De la testarudez a la paciencia...

Mi infancia son mis primos y mis primos son mi infancia. Hay uno de ellos en cada recuerdo importante, de angustia, rabia y amor, de mis tiempos de niñez. Hay también uno de ellos en cada parte de mi personalidad: de la testarudez a la paciencia.

Esto es porque mi abuela tuvo once hijos e hijas, incluyendo a mi madre, y estos, a su vez, le dieron en conjunto 29 nietos, casi todos nacidos en un corto intervalo de años. Así que todos teníamos casi la misma edad y estábamos siempre juntos, aprendiendo (y también desaprendiendo) los unos con los otros.

Nada nos encantaba más que viajar juntos. Íbamos a la hacienda de nuestros abuelos o a la casa de la playa y siempre nos apilábamos en un mismo cuarto, charlando de tonterías hasta la mañana. Nadie quería dormirse temprano, pues así podríamos escuchar hasta la última historia. Cuando ya estábamos agotados, y no le restaba a nadie una historia interesante que contar o recordar, nos invadía el sueño y dormíamos hasta la hora del almuerzo.

Disputadísimos eran los juegos de cartas, incluso había campeonatos entre primos y tíos con una gran estructura de jueces y aficionados, que eran los grandes eventos de las fiestas y vacaciones escolares.

Ahora vivo en otra ciudad y veo a mis primos con poca frecuencia (como dirían en España, "de pascuas en flores") y echo de menos su compañía. Pero te cuento que, en el futuro, volveré a mi pueblo y viviré con mis 29 primos y sus hijos en una hacienda, con mucha tranquilidad y calidad de vida.

Vicente Batista